La minería en Bolivia, desde la colonia no ha estado relacionada con el desarrollo local y regional, pues su incidencia en las economías es prácticamente nula. Por ello a pesar de que la minería ha sido la principal actividad económica durante años, los departamentos tradicionalmente mineros, no son los más favorecidos respecto a los niveles de desarrollo.
Por otro lado, a pesar de que esta es una preocupación de todos los bolivianos, también es conocido por todos que la explotación de materias primas – como es el caso de básicamente toda la explotación minera boliviana – ha estado en toda su historia condicionada a los precios internacionales de los minerales, especialmente metales tradicionales, como la plata y el estaño.
Con el nacimiento de la República se vivió una etapa en la cual la producción de plata era la más importante, más o menos hasta finales del siglo XIX. Posteriormente el estaño se convertiría en el principal producto de exportación. En 1860 se explotó por primera vez estaño en Caracoles -departamento de La Paz-, posteriormente se descubrió estaño asociado con minerales de plata en el Cerro Rico de Potosí. A comienzos del siglo pasado se produjo el descubrimiento de La Salvadora, el depósito vetiforme más grande del mundo, que colocó a Bolivia como el primer productor de estaño a nivel mundial, con una producción récord de 47.000 toneladas métricas finas en el año 1929.
En 1939, fuera de las tres grandes empresas (de Patiño, Aramayo y Hochschild), existían cerca de 3.500 empresas de la minería chica y las siguientes empresas de la minería mediana con participación de capital extranjero: Empresa Minera Santa Fe, “Fabulosa Mines”, Cía. Minera “Monserrat”, “International Mining Co”, “Bolivian International Mining Co.”, “Compañía Minera Trepp”; “Mining Development and Investment y la “Compañía Minera Totoral”, más catorce empresas, más bien pequeñas que medianas.
Posteriormente, a raíz de la gran depresión mundial la producción estañífera de Bolivia descendió a un promedio de 26.000 toneladas y observó una recuperación en la década de los cuarenta, alcanzando una producción anual promedio de 38.000 toneladas hasta 1952, año en que se produjo la revolución nacional, proceso en el cual se nacionalizaron los principales grupos mineros privados: Patiño, Hotschild y Aramayo.
A partir de la vigencia del modelo estatal, el Estado asumió el rol protagónico en la producción de bienes y servicios, uno de cuyos ejes fue la explotación de los recursos mineros por parte de la estatal Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL). De esta manera fueron organizados los grupos mineros nacionalizados en el occidente del país, siendo los principales el grupo Catavi-Siglo XX, en el norte potosino, la Empresa Minera Unificada del Cerro de Potosí, en la ciudad del mismo nombre y el Grupo Sud, conformado por la Empresa Minera Quechisla, que comprendía otras operaciones como Tatasi, San Vicente, Animas, Tasna, Santa Ana, Siete Suyos y Chorolque, en el sur potosino. En Oruro se organizaron las empresas mineras Huanuni, San José, Bolivar, Santa Fé, Japo y Morococala, y en el departamento de La Paz Colquiri, Viloco, Caracoles, Matilde y Corocoro. En torno a estas empresas se desarrollaron importantes centros poblados que en muchos casos constituyeron verdaderos complejos urbanos como Llallagua-Uncía, Huanuni, Colquiri, Atocha, y desde luego las ciudades de Oruro y Potosí, cuyo eje económico fue sin duda la minería, aunque en muchos casos fuertemente vinculada a economías agrarias de subsistencia que se desenvolvieron en torno a la actividad minera.
Paralelamente al desarrollo de la minería estatal se fue gestando también, una pujante industria minera privada, destacando por su dinamismo los grupos International Mining Co. que incluía a Estalsa y Avicaya en Oruro, La Chojlla, Enramada y Chambillaya en La Paz; EMUSA y COMSUR en el departamento de Potosí y otras, como las empresas San Juan y Bernal en el sur de este mismo departamento; empresas dedicadas principalmente a la explotación de estaño, plata, antimonio y wolfram.
Estás dos etapas exitosas de la explotación minera; como mencionamos anteriormente, estuvieron marcadas por expansiones seculares de los precios de los minerales: 1933-1953 (21 años) y 1968-1982 (15 años).
En los últimos años del siglo pasado, a raíz de la crisis del estaño de 1985; debido nuevamente a una caída de los precios, la producción minera de Bolivia se diversificó hacia el oro y los polimetálicos, iniciándose una de las operaciones auríferas más grandes de Sud América, la Mina Kori Kollo (Inti Raymi), en el departamento de Oruro, y otras operaciones polimetálicas como Bolivar y Porco.
Asimismo, se tiene el ejemplo de la empresa COMSUR, que logra tener varios buenos éxitos, debido a que tienen numerosos aciertos en materia de expansión e inversión minera. Esta empresa se inicia explotando minerales de estaño y se va diversificando con otros minerales como el zinc, sobre todo por el agotamiento de los minerales de estaño en sus yacimientos. La incursión en el zinc y el paulatino abandono del estaño le proporcionan un éxito seguro ya que el precio internacional del estaño se derrumba y el del zinc se mantiene e incluso sube. Hasta el 2003, el Grupo COMSUR tenía en sus manos: Arcifilla, Porco, Bolívar, Colquiri, Poopó, Ocurí, San Lucas, Caballo Blanco, South American Placers, Illampu, Consate, Mapiri, Cruz Roja, Cerro Grande, Berenguela, Quioma, Asientos, Asarco, y muchas otras empresas con minas menores.
Entre los años 1992-1997 ocurre la crisis asiática. Bolivia se incorpora al mercado de capitales de riesgo con la presencia de más de 50 compañías “junior”, captando recursos en las bolsas de Canadá y EE.UU. Se realizaron inversiones de riesgo en prospección y exploración para el desarrollo de nuevos depósitos masivos de baja ley. Es en este contexto que se desarrolla, a partir de 1994 el proyecto San Cristobal y también el de San Bartolomé (Oporto, 2012).
Según el mismo autor, la producción boliviana creció, entre el tercer trimestre de 2007 y el tercer trimestre de 2008 en un 68%, como resultado de la puesta en marcha del mayor proyecto minero de las últimas décadas: la mina San Cristóbal.
En los últimos años, la minería ha retomado un rol importante en la economía, principalmente por el incremento de los precios internacionales de varios minerales. Bolivia sigue siendo un productor de peso internacional de minerales como estaño, oro, plata, plomo, zinc, antimonio, tungsteno y bismuto y posee depósitos, probados e inexplorados, importantes de litio, hierro y potasio.
En estos primeros años del siglo XXI, la producción minera no ha sido igual en todos los rubros de este sector. Mientras los volúmenes producidos de antimonio, bismuto, cobre y estaño están en los niveles más bajos observados en los últimos cincuenta años, la producción de oro, plata, zinc, wolfram y plomo ha experimentado un crecimiento sustancial, producto de las variaciones por el alza de los precios internacionales. Al 2006, el sector minero en la economía presentaba una participación de 4.08% en el PIB, contribuyendo con un importante 19,5% a los ingresos por exportaciones del país.
En el nuevo siglo, la trayectoria de los precios desde el primer trimestre de 2003, muestra una tendencia alcista sostenida y estable hasta la emergencia de la crisis mundial (cuarto trimestre del 2006), cuando el índice de precios de minerales que exporta Bolivia alcanzó su máximo.
A partir de este pico, los precios muestran una corrección bajista prolongada, acompañada con volatilidad creciente, hasta el 2009; y finalmente un alza hasta el primer trimestre del 2011, que rompe todos los niveles de resistencia hasta alcanzar un tope máximo histórico y entrar, finalmente, a una corrección de la tendencia alcista hacia la baja a partir del segundo trimestre del 2011[1].
[1] Jordán R. (2011). La Minería Boliviana el Primer Semestre del 2011. Fundación Milenio.
Por último, si bien la retención de las regalías mineras (luego del bum de la gestión 2014), fueron nuevamente en ascenso por la estabilidad en el precio de los minerales[1], al parecer las mismas no han retornado como inversión para incentivar la economía minera, pensando además que el sector minero ha sufrido una transformación estructural con el surgimiento de un actor que sufre de deficiencias tecnológicas e inversión básicamente nula: las cooperativas mineras. Como menciona Oporto (2012), actualmente el sector cooperativo contribuye con aproximadamente la mitad de toda la producción minera del país, y sus exportaciones ocupan el segundo lugar en el total de las exportaciones mineras.
[1] La recaudación por regalías mineras en el año 2014 fueron considerables.